viernes, 28 de marzo de 2008

PONENCIA MEDEAK.

Para las IV. Jornadas Feministas de Euskal herria.

“AULLIDOS DE CUERPOS INSUMISOS”

Esta ponencia no es solo el Fruto de Medeak. Hemos bebido de muchas fuentes, nos hemos enriquecido de muchos debates y de grandes momentos de unión. Por ello queremos citar a nuestras fuentes, a nuestras amigas: Mass-Medeak, Herne, 7menos20 y Erreakzioa. Muchas gracias por estar ahí. Y un abrazo muy fuerte a todas esas feministas, lesbianas, transexuales que nos habéis hecho un guiño y de las que también hemos aprendidos. Muchas gracias a todas!!

En los últimos años eso que veníamos llamando el movimiento feminista ha ido cambiando y mutando. Aunque para muchas ya está todo dicho y quede mucho por hacer, para nosotras los discursos han sufrido cambios que tienen que ver con lo que se dice y se hace. Desde nuestra perspectiva el panorama ha cambiado.

El feminismo institucional ha hecho que ciertos contenidos tengan cabida en las instituciones y se logren ciertas cosas (sobre todo a golpe de leyes) pero no ha potenciado un movimiento rico en la calle. Este feminismo institucional se pierde en consultoras, empresas, relaciones de partido...

No negamos que pueda ser un ámbito para trabajar, lo que es evidente es que es prácticamente imposible conseguir que revierta en el movimiento y que lo enriquezca, así como también es difícil que salgan de ahí nuevos contenidos y debates, más bien lo contrario; produce invisibilidad y un desgaste de los colectivos, además de agotar y empobrecer los contenidos.

En el contexto del estado español el Movimiento Feminista se entiende como ese conjunto de colectivos y grupos que surge en el auge de los años 80. En general todos esos grupos funcionan manteniendo una estructura asamblearia. Se supone que este movimiento se mantiene al margen del feminismo institucional y que ha mantenido ciertos ejes de trabajo que lo estructuran, tales como el aborto, la violencia sexista, la participación política, etc. Sin embargo, existe cierta interacción entre el feminismo institucional y el Movimiento Feminista. En ocasiones, el propio movimiento debilitado por los años, ha cedido la tutela al feminismo institucional la cual encuentra pocas resistencias, no concibiendo que es su labor alimentar el contexto social que le ha dotado de contenido e impulsado a que ocupe un lugar. Así se entiende que en ciertos lugares sea la institución la encargada de organizar campañas, días de reivindicación y de proyectos cuyo resultado es; la pérdida de contenidos, diseño de proyectos “ganancia - no incidencia” o comunicados que revuelven el estomago. En Euskal Herria el feminismo institucional (si puede llamársele feminista) no reconoce como interlocutor al movimiento. Esto es un hecho.

Una de las cosas que se hace cada vez más evidente es la escasa entrada de chicas jóvenes en el movimiento feminista. No está preparado para recibir a las chicas jóvenes. Está deseando que le lleguen chicas pero no piensa que deba realizar algún cambio para adecuarse a la realidad de esas chicas. Existen ciertos sectores del movimiento que están en permanente captación de chicas jóvenes, sectores que tienen una red específica y potente. En cambio, el sector autónomo del que provenimos nosotras no realiza la misma labor. La entrada en un colectivo que se mantiene desde hace 25 años supone entrar en grupos que están de algún modo muy estructurados, donde ya existe una agenda política muy definida y donde lo importante es sacar las tareas adelante. Es difícil debatir sobre cuestiones fundamentales y es vital unirse a la marcha del grupo. En este caso la identidad de grupo pesa bastante, ya que de algún modo resulta lógico que los grupos no puedan transformarse constantemente por la entrada, a goteo, de nuevas chicas.

La estructura asamblearia hace que la asistencia semanal sea obligatoria sino se pierde la marcha del grupo y entonces una se convierte en un satélite que puede asistir a cuatro eventos pero está excluida de la toma de decisiones. Se genera así una disciplina en la asistencia y en las formas de funcionamiento. Esto se traduce en una forma típica de funcionamiento, fácil de identificar. La asamblea es la que decide, las cosas se hacen por consenso, en teoría no existe una comisión ejecutiva o algo así que suponga un órgano supremo en la toma de decisión pero es verdad que se genera un núcleo duro integrado por las reconocidas informalmente como popers y que ejercen un claro liderazgo. Muchas veces esto se traduce en que las jóvenes llegan a espacios con esas estructuras invisibles muy afianzadas y que deben descubrir por ella mismas cuál es el lugar que ocupa cada una. Así, cuando llevamos algún tiempo en uno de esos grupos sabemos perfectamente cuál es el lugar de cada una. Esto genera un efecto sobre las jóvenes en muchas ocasiones doble; por un lado la des-ubicación al tener que identificar dónde está cada quien y por otro lado que se las coloca en ciertas tareas muy unida al voluntariado y al trabajo de calle, algo que las anteriores ya han hecho y que ahora toca a las nuevas generaciones (véase las txosnas de Bilbao). El los colectivos se conoce lo de “la tiranía de la falta de estructuras” pero se predica desde lo teórico y no se hace un trabajo sobre la propia praxis. Bien, esto es lo que ha venido a llamarse el conflicto generacional. Desde la mirada más aséptica, es algo que puede definirse como lo que va unido a cualquier cambio, algo totalmente unido a la perspectiva generacional, nueva gente-nuevas formas.

Para el marxismo cualquier cambio implica siempre algo de conflicto, ya que supone la negación parcial de lo que se venía haciendo. También es verdad que aunque un cambio suponga una distancia de aquello que venía haciéndose no es necesario plantearlo desde la conflictividad (no desde la dialéctica más pura). Puede entenderse como un paso en un cambio. Este cambio no supone la negación de lo anterior, ni su fin.

Desde hace algún tiempo venimos identificando lo que a nuestro parecer son la nuevas generaciones en el feminismo, colectivos más pequeños, con un funcionamiento autónomo, reunidas en torno a temáticas distintas y que van vinculándose entre ellas a través de redes y puestas en común. Estas células funcionan de forma independiente y con estructuras que inicialmente desde fuera se desconocen. No existe la misma disciplina que en los grupos de antes. En nuestro caso la exigencia no es la misma para todo el mundo y los niveles de participación son distintos. Otra característica de esta realidad es el uso de las nuevas tecnologías de la información (las TIC). En la mayoría de las ocasiones nos conocemos y entramos en contacto gracias a la red y nos vamos retroalimentado a través de diferentes encuentros, jornadas, seminarios etc.

Existe cierta distancia e incomprensión entre los grupos de antes y estas nuevas células. Sobre todo tiene que ver con los contenidos y con la ruptura de lo que ha venido entendiéndose con la práctica política. Los grupos tradicionales a fuerza de muchos años de trabajo y de funcionamiento se han definido a través de unas formas y de ciertos contenidos, se trata de una forma de hacer política que define al grupo y sus contenidos. De este modo muchas veces lo que es y no es importante viene dado por esta práctica que se remonta hace 10 o 20 años. Algo que define la práctica feminista militante, que además en muchas ocasiones guarda relación con lo que desde el feminismo institucional se está haciendo, así nos vemos en muchas ocasiones revisando documentos y haciendo propuestas a las leyes, planes de igualdad, diagnósticos etc. Así se establece lo que es el feminismo serio, un feminismo que hace ya algún tiempo se adecúa como un calcetín a un sujeto político que más bien es blanca, hetero y de clase media alta. De ahí por ejemplo la problemática de las lesbianas cuya realidad en la actualidad está totalmente desvinculada de los núcleos que antes le eran naturales. Esto no quiere decir que no haya lesbianas en el movimiento, ya que en muchas ocasiones el movimiento recuerda a un armario gigante donde algunas aún hoy se ocultan. Por ejemplo, seguimos reuniéndonos con el tema del aborto, estaría bien contar en las reuniones cuantas lesbianas asisten. Pero ¿Cuándo se ha reunido el movimiento por algo relacionado con el lesbianismo? Hay quien incluso afirma que el hecho de ser lesbiana no sitúa en un específico político. ¿Por qué nos cuesta tanto que aparezcan ciertas palabras en nuestros comunicados? Como por ejemplo, lesbianas, prostitutas, transexuales... Parece que estos temas no interesen.

Desde hace algún tiempo las Medeak y gracias a las aportaciones de Mass-Medeak hemos empezado a acuñar el término lesbianista. Es un intento de visibilizar una práctica política lejos de las políticas institucionales y en una constante pugna con lo que se ha venido entendiendo como el movimiento feminista. Medeak, que se define como un colectivo de lesbianas, donde tienen cabida mujeres que no son lesbianas, se define así por la invisibilidad a la que se somete al lesbianismo en nuestros entornos feministas. Poco a poco hemos intentado ir poniéndonos más etiquetas, de esas invisibles y que nadie quiere coger, transexuales, putas, travestis, queer, intersexuales, etc en muchas ocasiones estas etiquetas tienen que ver directamente con nosotras y lo que somos pero por ejemplo en el tema de la prostitución no es así. Lo usamos como metáfora política, como un espacio metafórico donde situarnos y como intento de que entre la voz de las putas en nuestros espacios. Pero tenemos claro que no podemos suplantarlas ni representarlas.

Contenidos muy políticos

Una constante en la práctica política de Medeak ha sido el reproche de que no somos serias, como si lo que hiciéramos no fuera político. Durante estos últimos años lo que hemos podido comprobar es que esa política seria, muchas veces, gira demasiado en torno a un-a sujet-a demasiado blanca, demasiado hetero y demasiado de clase media-alta. Es decir políticas serias igual a políticas normales. No se trata de un reproche, ni de un intento de invisibilizar la labor que ha venido haciendo el Movimiento Feminista. No negamos ni el reconocimiento, ni el aprendizaje heredado. Es innegable que el Movimiento ha generado un sujeto político capaz de (re-)presentar a “la mujer”, de algún modo, ha elevado a algunas de nosotras a categoría de seres humanos. Pero a nuestro parecer, ha llegado el momento de, fraccionar ese sujeto, nutrirlo de una red de discursos divergentes y hacerle atender a la diversidad que esconde. Ese sujeto debe fraccionarse al alimentarse, tendrá que atender a una re-presentación poliédrica Lo cual supone la entrada de nuevas voces que traen consigo discursos propios. Poco se puede hacer en contra de estas entradas, porque esto, ya está ocurriendo.

Para Medeak su eje central ha sido el cuerpo. Cuando empezamos, trabajamos la anorexia y la bulimia. Veíamos entonces asombradas, como surgían estos nuevos mecanismos de control. Unos mecanismo totalmente unidos al cuerpo y que se fundamentaban en valores de sexo y género. La bulimia y la anorexia, sobre todo esta última, se han consolidado como la forma de exterminio más sofisticada que haya existido, ya que se trata de un auto-exterminio. Se trata de una forma bestial de somatización de los discursos. Si los discursos, repetidos una y otra vez (al modo de Gebels), pueden llegar a matar, sin pistolas, sin golpes, sin la intervención física del otro ¿qué más pueden hacer? Entonces, aplicamos una lectura materialista del cuerpo, entendiendo que el cuerpo es la forma que tenemos de estar en el mundo, es decir, que somos cuerpo. Esta postura nos hace situarnos desde lo específico y vamos trabajando los temas, según nos vienen según, nos apetecen. En nuestro proceso hemos ido encontrando temas y realidades que nos han nutrido y también vertebrado.

Lesbianismo, una postura incomoda.

Para Medeak ha sido fundamental la definición en cuanto al lesbianismo. No se trata de una definición individual, sino grupal. Es desde donde parte nuestro feminismo, de ahí el término de lesbianistas. Nos situamos políticamente en la reivindicación de la posibilidad del lesbianismo para cualquier mujer, del mismo modo, que se pide el derecho al aborto para cualquier mujer, independientemente de con quien se mete en la cama. Esta cuestión es un tanto peculiar, ya que se entiende perfectamente que las lesbianas luchen por el aborto, pero, cuesta más que las heteros luchen por el rollo bollo, aunque luego una noche de juerga pueda pasar cualquier cosa. En Euskal Herria el lesbianismo no se considera como parte de la agenda política feminista. Un ilustrativo de eso es que en la coordinadora del 28J en la que participa Medeak, somos el único grupo de feministas. Las lesbianistas pensamos que el lesbianismo nos sitúa fuera de la hetero-norma. Nos saca de la función de heterosexualidad, donde los hombres y las mujeres tienen sentido como parte acoplable de la re-producción social. Re-producción que se traduce en la producción de niños y niñas que sigan encajando en células familiares. Las lesbianistas no obligamos a nadie a definirse como lesbianas y menos como opción política. Lo cual no quiere decir que no hagamos una lectura política del lesbianismo y que no exijamos su entrada en la agenda política de las feministas.

Desde la perspectiva más materialista, el lesbianismo en nuestros cuerpos, el lesbianismo rompe con la expresión de heterosexualidad y feminidad obligatoria. Esas bollos que rompen con la feminidad obligatoria, esa pluma innombrable, eso es tan político como todo lo demás. Esa pluma que nos hace visibles, esa pluma que se castiga específicamente. Sí hablamos de violencia especifica, de otro juego entre el sexo y el genero, las mujer que escapan de la hetero-norma son castigadas específicamente. Una bollera es un marco de posibilidad para escapar de “ser mujer”. Y para reprimir eso existe un tipo de violencia específica. Se reprime que un cuerpo hembra no atienda a ser una mujer. Las lesbianistas pretendemos usar el lesbianismo como un desestabilizador de la estructurada normalizadora/normativizadora fundamentada en el heterosexismo. Para Medeak, este posicionamiento es vital.

Travistiendo y transexualizando. Transgenero en general…

El centrarnos tanto en el cuerpo nos ha posibilitado vivenciar con nuestros cuerpos diversas experiencias políticas. Lo cual también ha motivado que situemos los ejes de nuestra agenda política totalmente vinculadas al cuerpo. El travestismo una arma política para Medeak a supuesto vivir el genero como performance, como construcción. Muchas veces desde el feminismo articulamos un discurso de la construcción del género pero sólo en la justificación de las políticas del cambio, cuesta mucho poner en tela de juicio el sujeto político “mujer”. Evidentemente en un sistema heteropatriarcal, es necesario visibilizar la discriminación que sufrimos las mujeres pero eso no puede agotar nuestros discursos. Los Kings de Medeak nos han servido para situarnos a caballo entre lo que se supone que es una mujer y un hombre. Hemos comprobado que las mujeres podemos ser hombres y volver a ser mujeres. La aversión que han llegado a generar los kings se fundamenta en la ruptura de categorías fundamentales o valores fundamentalistas de género y sexo. Hemos ido más allá del género para demostrar que el sexo también es construido. Esto no solo lo demuestran los kings, los transgénero son una clara muestra de ello y para Medeak firmes aliad@s en la ruptura del fundamentalismo de sexo-genero. Medeak está abierta a la participación de l@s trans en el movimiento, consideramos que éste también es su lugar. Consideramos que también sufren violencia de género, somos conscientes además de la peligrosidad de dejar en manos de la clase médica la definición de lo que es el sexo y el género. Esa, es también una forma de violencia muy sofisticada, dejar en manos de la ciencia la definición de identidades. Un claro ejemplo de esto es la realidad de l@s intersexuales, asignad@s al nacer a uno de los polos del binomio sexual. Consideramos que si no somos capaces de entender la radicalidad de la construcción seguiremos siendo mujeres que defienden partes de su identidad que las sitúan en inferioridad. La masculinidad extrema en su materialización corporal expresa poder, tal vez un poder absurdo y tonto, pero poder al fin y al cabo. Creemos que tenemos que llegar hasta el último resquicio en la deconstrucción y atender a como los significados se inscriben en nuestros cuerpos y sobre todo visibilizar las formas que tienen nuestros cuerpos de subvertir y resistir a tales significados, sólo así, conseguiremos ser múltiples y escapar al binomio. Evidentemente la deconstrucción no se consigue al chascar los dedos. Se trata más de atender a lo mutante, a las realidades corporales que escapan de la polarización extrema, posibilitar otras condiciones y expresiones de vida. Por ello y aunque suene repetitivo, en Medeak nos abrimos al colectivo transgénero, consideramos que tenemos mucho que aprender y que en estos momentos es un colectivo que vive una realidad específicamente jodida.

De “puta” a puta

Para Medeak existe una postura metafórica y política en el concepto de “puta”. Es un lugar donde las mujeres “buenas” no han querido o no las han dejado estar. Expresa todo aquello que una mujer no puede ser, una puta no es una mujer, igual que una lesbiana no es una mujer. Por ello en Medeak nos apropiamos del lugar metafórico de la situación al margen. PERO, no somos putas. No conocemos su realidad, no somos sus representantes, no podemos hablar por ellas. Consideramos necesario que el movimiento, o los sectores del movimiento que lo deseen, den entrada a la voz de las trabajadoras sexuales. Es necesario, que de una vez, se les de la categoría de interlocutoras validas. Antes de empezar con el debate es necesario asegurar la asistencia de las partes.

El porno y la metáfora radical.

Otra cosa que le falta al movimiento es el reconocimiento del deseo, el reconocimiento de nuestras fantasías y jugar fuera de los límites de lo políticamente correcto. Con esto no queremos decir que asumamos el mercado de la pornografía tal y como está, ya que en un contexto heteropatriarcal la producción pornográfica es la que es. Pero no entendemos porque no podemos apropiarnos de ella y utilizarla, no sólo como un motivador de nuestro deseo y de nuestras fantasías, sino también como arma política. En nuestro caso como una expresión de nuestros cuerpos, como un grito